La cultura Manteño-Huancavilca es la última cultura precolombina en la región litoral, y fueron ellos quienes -desde sus poblados costaneros- contemplaron las extrañas naves o carabelas españolas que por primera vez surcaron las aguas ecuatoriales del Mar del Sur.
Aunque no ha sido posible establecer límites precisos o rígidos a los espacios territoriales ocupados por las diversas culturas del Ecuador aborigen, se ha podido establecer que la Cultura Manteño-Huancavilca habitó los territorios comprendidos desde un poco más al norte de Bahía de Caráquez, hasta la isla Puná; y tierra adentro, incluyendo la cordillera costanera.
La cronología determinada para esta cultura comprende un período de tiempo que se extiende desde el año 800 de nuestra era hasta el 1531, año en que Francisco Pizarro desembarcó en la desembocadura del río Santiago, en Esmeraldas, para iniciar la conquista.
Las características físicas de sus hombres debieron causar mucha impresión en los primeros españoles. Los cronistas como Zárate y Cieza de León relatan que se deformaban el cráneo y que se trasquilaban dejándose una corona a “manera de frailes” con cabellos solamente a los lados. Los Huancavilcas además tenían la costumbre de extraerse los dientes incisos: esto -según antiguas leyendas- debido a un castigo que les impuso Huayna-Cápac cuando intentó someterlos y estos se rebelaron.
Emilio Estrada distinguió dos zonas o regiones en la cultura Manteño-Huancavilca: Los Manteños o Paches del norte, en la región comprendida actualmente por las ciudades de Bahía, Manta y Portoviejo, hasta Salango; y los Manteños del sur oHuancavilcas, al norte del Golfo de Guayaquil, hasta Colonche.
En su organización social existían diferentes estados y rangos, lo que se manifiesta en el tamaño de sus casas y en la cantidad y calidad de sus adornos personales. Hubo entre ellos especialización en las ocupaciones, y existía un estricto respeto por el orden y la justicia.
Aspecto importante de la cultura Manteño-Huancavilca constituye su gran desarrollo social y urbano. El arqueólogo Saville observó en 1906, al sur de Manta, una gran cantidad de montículos pequeños que correspondían al pueblo aborigen conocido como Jocay. Se cree que este poblado precolombino se extendía varios kilómetros por la orilla del océano Pacífico y conformaba, conjuntamente con otros, un gran centro poblacional con veinte o treinta mil habitantes.
Estas grandes concentraciones humanas vivían fundamentalmente de la agricultura y la especial capacidad de comercializar sus productos y artesanías a través de importantes organizaciones económica, como la famosa liga de mercaderes, ya sugerida hace muchos años por el distinguido arqueólogo ecuatoriano Don Jacinto Jijón y Caamaño.
Desarrollaron delicadas técnicas para el trabajo en oro y plata, y dedicaron gran parte de sus actividades a los aspectos religiosos, que los llevó inclusive a celebrar ritos con sacrificios humanos. Adoraban a la serpiente, el jaguar, el puma, al venado, a los lagartos y a la diosa Umiña, representada por una gran esmeralda.
Su alimentación se basó principalmente en el maíz, la yuca, los fréjoles, las patatas, el ají y diferentes géneros de hortalizas, y aunque no fueron un pueblo guerrero por excelencia, tampoco se dejaron dominar fácilmente por otros pueblos conquistadores.
Su cultura es muy conocida por las “Sillas U” de piedra tallada que se han encontrado en la zona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario